Dona Abbott, vicepresidenta de servicios para refugiados en Servicios cristianos de Betania, escribió una publicación para el Mesa evangélica de inmigración recordándonos la difícil situación de los niños no acompañados en manos de nuestro sistema de inmigración. Ella escribió:
Les insto a que oren por los niños a quienes se les niega la seguridad en la frontera entre Estados Unidos y México, por los niños que están solos en un campo de refugiados y por las familias que siguen estando separadas. Ore para que nuestros funcionarios electos establezcan políticas que protejan a los niños vulnerables en todo el mundo. Ore por las familias de acogida que cuidan a los niños refugiados y para que muchos más respondan al llamado de ser las manos y los pies de Jesús para los niños que los necesitan. Anímate con las palabras de Jesús cuando tomó a un niño en sus brazos y dijo: “El que recibe a uno de estos niños pequeños en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió ”.
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Dos características distintivas de nuestra ética pública como evangélicos son que somos pro-vida y pro-familia. Sin embargo, puede ser fácil que esos sentimientos se deslicen y se conviertan en “pro-nuestras-vidas” y “pro-nuestras-familias”, dejándonos fríos ante el daño físico, psicológico y espiritual que se les está haciendo a quienes no lo están. en nuestros círculos. Para ser pro-vida, debemos ser pro-vidas-inmigrantes (sin mencionar vidas negras). Si realmente nos preocupamos por las familias, debemos lamentarnos y oponernos a la destrucción cruel e innecesaria de las familias inmigrantes.
Nuestro trato a los adultos más pobres y vulnerables que vienen a nuestra nación en busca de ayuda es y ha sido una plaga para nuestro carácter nacional. El hecho de que nosotros tratar a los niños de la misma manera es un horror. La inmigración es el único contexto en el que los niños son encarcelados regularmente por los delitos no probados de sus padres o se ven obligados a estar solo y discutir por sus vidas en un tribunal contradictorio. Es la única vez que nuestro gobierno hace una política de separar intencional y permanentemente a los niños De sus padres para castigarlos, luego argumenta que tienen sin obligación de brindar atención básica a los niños bajo su custodia. Los niños inmigrantes mueren regularmente al cuidado de nuestro gobierno; los supervivientes escapan con trauma de por vida.
Este tema ya no es noticia de primera plana, pero no es menos urgente. Como cristianos, nos corresponde a nosotros llorar, clamar a Dios y usar los recursos que Dios nos ha dado para defender la justicia y la compasión.